Fue atendida el 5 de julio de 1976 por la partera Hortensia Ramón de Cortada en la Clínica Güemes. Horas después de un parto sin complicaciones, un sacerdote le dijo que la niña había muerto. Nunca vio su cuerpo. Una historia más del oscuro entramado de apropiaciones y tráfico de bebés que funcionó durante décadas.
Tras el caso de la mujer que encontró a su hijo después de 46 años, tomó valor. Sintió que quizás era posible hallar a la niña que cree le fue arrebatada en 1976 cuando le dijeron que había muerto horas después del nacimiento, a pesar de que ella la vio “tan viva, tan sana”. Por eso, decidió contar su historia, una más del entramado de apropiaciones y robo de bebés que se ocultó durante décadas en nuestra ciudad. Una siniestra metodología que se repitió un número de veces difícil de calcular, aunque se estima que fueron cientos de adopciones ilegales que incluyeron la falsificación de documentos y alteración de la identidad.
A través de la agrupación “Hermanos de Búsqueda: Luján despierta”, María Rumanó decidió hacer pública su historia que se remonta al 5 de julio de 1976. Ese día llegó junto a su esposo a la Clínica Güemes y fue atendida por la partera Hortensia Ramón de Cortada, un nombre que se repite en casi todos los hechos de este tipo, junto al doctor Ricci.
A pesar de leer y escuchar muchas historias similares a la suya, dudó en difundirla. “Mi hija hoy tendría 44 años, es demasiado tiempo. Y uno dice, ¿tengo ganas de hacer esto? Uno afloja un poco, sigue con su familia y ya está. No me siento que pueda”, reconoce. Pero apoyada por otros “hermanos de búsqueda” toma impulso. Y da su testimonio.
La mujer tenía apenas 19 años. “Éramos dos jovencitos. Mi marido era un morocho de ojos celeste, alto”, contó. A pesar del paso de los años, nunca pudo cerrar ese episodio traumático: “Hay tantas dudas, gente que fue estafada con semejante situación, inocentes que han pasado por esto. Tengo esa intriga de qué pasó”.
La secuencia de esa triste jornada no la olvida. “Cortada me atendió como partera. A las 10.45 parí, yo la vi a la nena, abrió los ojos. Estaba todo bien. La pusieron en una incubadora y como a las 2 de la mañana vino un cura y me cuenta que murió. Ahí es el fin de mi alegría”, relató.
La niña iba a llamarse María Silvia. Así figura en su libreta de nacimiento, “donde pusieron que había muerto. Una parte de mi familia me dicen que la vieron. Y yo tengo esa duda, porque nunca la vi muerta como me dijeron. Tuvimos a esa nena que murió a las horas. Que yo la vi tan viva, tan sana”.
La principal incertidumbre de María es justamente esa: nunca vio el cuerpo de su bebé muerta. “Le pregunté en su momento a mi ex marido que me dice que la vio. Ahora tendría que volver a preguntarle porque la verdad es que me quedaron muchas dudas. No me mostraron a mi hija muerta”, contó.
La cantidad de casos con idénticos protagonistas y similares circunstancias al suyo acrecentaron las dudas de María. “Cuando uno tiene tiempo, va para atrás y piensa qué fue lo que pasó. Apareció un cura en esa clínica y después de tantos años, buscando con mi hijo datos, veo que hubo irregularidades en esa época. Todo se relaciona porque pasaban todas esas cosas”.
En su momento, no tuvo las herramientas necesarias para reclamar. “Eran tiempos económicos duros y había que seguir para adelante”, reconoció. Por eso ahora decidió unirse al grupo de buscadores y autorizar la difusión de su historia “para que otras mamás también se sientan identificadas o sus hijas y que puedan buscar”.
Por su parte, Hugo Capparelli, referente de la asociación que lucha por el derecho a la identidad biológica que en nuestra ciudad consiguió la aprobación de una ordenanza para establecer un programa municipal, afirmó que “Luján encierra toda una siniestra trama de apropiaciones, redes que conformaron un tejido corrupto, donde no había sector que no esté implicado”.
En las últimas semanas, tras la publicación en EL CIVISMO del caso de la mujer que encontró a su hijo robado hacía 46 años, Capparelli fue entrevistado por el programa “Mejor de noche” de Canal 9. Esto provocó que “escribieran cerca de 150 personas, buscadores y mamás. Hay un denominador común en Luján: todos están llenos de culpas. Eso me provoca una impotencia, porque la decisión está en ellos. Les decimos que hagan su búsqueda pública y no se animan”.