Surge de un estudio encarado por el Centro de Investigaciones del Medioambiente (CIM), un organismo que depende de la UNLP y el CONICET. Las muestras analizadas se focalizaron en el río Paraná y sus afluentes, tanto en aguas superficiales como en sedimentos. El curso de agua presentó las mayores concentraciones de este compuesto derivado de la agricultura intensiva a base de químicos.
Un estudio realizado por el Centro de Investigaciones del Medioambiente (CIM), organismo dependiente de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) y el CONICET, deja en evidencia las consecuencias negativas de la agricultura intensiva en importantes cursos de agua, entre ellos el río Luján. La presencia de glifosato, la estrella del modelo a base de químicos, fue detectada en aguas superficiales y sedimentos.
El trabajo, encarado a partir de distintas muestras tomadas años atrás, se centra en el río Paraná y sus afluentes. Los resultados ponen en evidencia que el peligroso agroquímico, señalado por múltiples evidencias científicas como responsable de graves daños en la salud, supera el ámbito de su aplicación para terminar afectando la integralidad de los ecosistemas.
“Al fondo del río el glifosato llega por dos procesos: cuando llueve todos los campos tienen pendientes que van hacia los ríos o arroyos y el otro es el atmosférico, la erosión eólica de los campos por lo que hoy no hay sedimentos de los ríos de la región pampeana que no tengan glifosato”, explicó a la agencia DIP Damián Marino, integrante del CIM.
La investigación buscó indicios de glifosato y de ácido aminometil fosfónico (AMPA según sus siglas en inglés), definido técnicamente como un metabolito ambiental exclusivo del glifosato. La detección de AMPA indica que en ese lugar hubo rastros del herbicida.
Un párrafo del trabajo da cuenta del impacto que ambas sustancias tienen en el río Luján: “Los análisis de las muestras de sedimentos indican niveles detectables de ambos compuestos (glifosato y AMPA), principalmente en el medio y tributarios de tramo inferior de los sectores de la cuenca bajo investigación. Las concentraciones medias detectadas fueron 742 y 521 μg/kg, respectivamente. La mayor concentración se detectó en el río Luján, que contiene más de 3000 μg/kg de glifosato y 5000 μg/kg de AMPA”.
Se agrega que “en el río Luján, donde las concentraciones respectivas de los dos compuestos se determinaron para todos compartimentos, los niveles de glifosato eran de tres a cuatro veces mayor en los sedimentos que en el agua completa”.
En definitiva, se comprobó que la presencia del herbicida es detectable, especialmente, en toda la zona gobernada por el Paraná que se extiende desde la provincia de Santa Fe hasta la ciudad de Luján.
El trabajo desarrollado por el Centro de Investigaciones del Medioambiente (CIM) muestra que en la región estudiada la concentración de glifosato en los sedimentos, unos 8 miligramos por litro, es entre dos y cuatro veces superior a la detectada en un suelo cultivado con soja”.
EL CONTEXTO
A partir de los datos puntuales, expresados a través de una serie de cuadros, los investigadores aportan el contexto que explican los resultados obtenidos y exponen la complejidad de un sistema agrícola caracterizado por su agresividad contra el medio ambiente. De esa manera, se explica que en el caso de Argentina “el uso de plaguicidas aumentó en las últimas décadas con la transformación de la agricultura en un sistema de alta tecnología”. La incorporación de cultivos transgénicos diseñados para tolerar la aplicación del glifosato se incrementó en los últimos veinte años.
Hasta 2012, unas 22 millones de hectáreas de la tierra cultivada estaban ocupadas por maíz y soja tolerantes al glifosato. Más superficie implica mayor cantidad de litros de químicos tóxicos, eso sin contar la resistencia que con el paso de los años generan algunos organismos vegetales, lo que obliga a subir la dosis.
Marino explicó que “el glifosato es una molécula muy pequeña que tiene la función de ser un herbicida generalista porque no discrimina, sino que mata todo aquello que sea verde a excepción de un organismo genéticamente modificado como la soja, el maíz o el algodón”. Sin embargo, con el paso del tiempo “algunas especies comenzaron a hacerse resistentes, motivo por el cual decidió aumentarse la cantidad del químico por hectárea”.
El especialista destacó que “en los últimos 10 años entraron más de 1.000 millones de litros de glifosato”, un número que “pone a la Argentina en el primer puesto a nivel mundial en la cantidad de uso de plaguicidas por habitante por año (10 litros de plaguicidas por habitante por año). En las distintas muestras ambientales que se toman en nuestro país, se puede ver que el glifosato ocupa entre el 80 o 90 por ciento de la carga total de plaguicidas de la muestra. Cuando arrancó hace 20 años el modelo de agroproducción extensivo en base a transgénicos, se usaban en el país tres litros de glifosato por hectárea por año. Hoy el promedio es de 15 litros de glifosato por hectárea por año, y en el caso del algodón 40 litros por hectárea por año. Las dosis han ido aumentando porque ya no hacen el mismo efecto que hacían al principio y esto se debe a la resistencia que van generando las distintas especies”, describió Marino.
En cuanto a los efectos sobre los ambientes, el integrante del CIM puntualizó que “el glifosato está destruyendo los distintos ecosistemas, produciendo una pérdida de la biodiversidad, ya que por ejemplo al eliminar determinada planta también se elimina la especie animal que depositaba sus huevos en esa planta y consecuentemente a la especie que se alimentaba de ese bicho, lo que provoca la destrucción de la flora y la fauna autóctona”.
Otro de los trabajos orientados desde el CIM se encargó de comparar lagunas patagónicas con iguales espejos de agua en la provincia de Buenos Aires. En los primeros, las muestras no detectaron glifosato, mientras que en los segundos sí.