El periodismo, un oficio político

Miércoles//¿Qué contar? ¿Cómo contarlo? Son dos preguntas centrales en la actividad periodística. Así como el historiador se pregunta lo mismo cuando encara su tarea de cara al pasado, el periodista debe afrontar esos interrogantes al momento de definir el perfil que le imprimirá a su trabajo. De ahí que se trate de una definición política.

* Por Nicolás Grande, periodista de EL CIVISMO

¿Qué contar? ¿Cómo contarlo? Son dos preguntas centrales en la actividad periodística. Así como el historiador se pregunta lo mismo cuando encara su tarea de cara al pasado, el periodista debe afrontar esos interrogantes al momento de definir el perfil que le imprimirá a su trabajo. De ahí que se trate de una definición política, no en el sentido restringido del término asociado a pertenencias partidarias, sino en la consideración de que ese trabajo parte de decisiones que tendrán incidencias sociales, independientemente de la magnitud del impacto.
La realidad es inabarcable. Por eso, definir qué se dará a difusión en ese mar de hechos constituye el primer escollo que aleja a la actividad periodística de cualquier atisbo de neutralidad, algo que vuelve una farsa los discursos de objetividad consolidados en el siglo XX. Si los medios en general y el periodismo en particular son mediadores entre esa realidad inabarcable y la sociedad, definir la agenda de temas adquiere una importancia central, tanto por lo que se decide incluir como por aquello que se invisibiliza. En esa elección –donde se intercalan ideología, intereses y hasta maniobras que en ocasiones se alejan de la ética profesional- se juega, nada más ni nada menos, la interpretación de la realidad. Por eso la agenda pública es disputa permanente, donde entran en juego actores diversos, con intencionalidades contrapuestas.
El otro elemento –cómo contar lo que se decidió contar- es la segunda pata central del asunto. Es cierto que no siempre estas consideraciones adquieren importancia. Relatar un simple accidente de tránsito puede no implicar mayores definiciones, igual que aquel argumento según el cual tapar un pozo no es de izquierda ni de derecha, como pregonan los funcionarios que intentan borrar cualquier atisbo ideológico a la actividad política. Pero la pretendida inocencia se termina al advertir que la realidad es mucho más compleja que un simple accidente, igual que la política es mucho más compleja e interesante que tapar pozos.    
Ante un corte de ruta por despidos de trabajadores, ¿en qué hará hincapié la crónica periodística? ¿en el conflicto y la situación de los desempleados? ¿en los problemas de tránsito provocados por la protesta? Cualquiera sea la respuesta, ese hecho adquirirá distintas interpretaciones. Porque aún cuando se pretenda un equilibrio entre ambos derechos –de protesta y de circulación- esa equiparación ante una situación dada parte de una toma de posición.
Ante ese escenario, que pone al periodismo en el terreno de las interpretaciones, dos cuestiones resultan fundamentales. La primera de ellas tiene que ver con sincerar de cara a la sociedad estos mecanismos propios de la tarea periodística. En ese aspecto, en los últimos años se avanzó en el debate público vinculado al rol de los medios, aunque nunca resulte suficiente.
El otro, relacionado, apunta a la importancia de lograr un esquema mediático verdaderamente plural, con la vigencia de una herramienta central como lo es la Ley de Medios, ahora atacada por los decretos del gobierno nacional y el beneplácito de los grupos mediáticos concentrados que no están dispuestos a ceder un ápice de su poder en la conformación de la agenda. Saben que esa posición dominante en la interpretación de la realidad los coloca en un lugar inmejorable, incluso por encima del poder político. Basta con un simple análisis para comprobar que en esa agenda dominante existen ganadores y perdedores, visibles e invisibles, exculpados y condenados.
A ese contexto general debe sumarse el hecho de que el periodista no es alguien aislado. Trabaja para un medio de comunicación o impulsa uno propio, pero en cualquier caso la relación con su canal de expresión es otro factor importante de considerar. Además, su tarea está atravesada –y muchas veces condicionada- por diversos factores de poder.
Por eso es una obligación ética de los periodistas reflexionar sobre el rol del trabajo que desarrollan y preguntarse a qué intereses responde dicha tarea. Pretender neutralidad cuando hay injusticias fragantes es una forma elegante –y a veces no consciente- de tomar posición a favor de los responsables de las injusticias. Urge rescatar el trabajo periodístico de las garras de arribistas de toda especie que entienden, muchas veces mejor que los propios periodistas, que la comunicación es poder. Dignificar la actividad periodística implica rescatar su rol político, romper la obediencia debida en la relación con los medios para los que se trabaja, establecer formas de organización que nucleen a los trabajadores de prensa y poner el oído y la energía al servicio de aquellos sujetos sociales invisibilizados de la agenda. Porque la actividad periodística debe rescatar también su contenido ético que parte de no forzar la interpretación de los hechos para que cuajen en su visión de la realidad, sino en sincerar su mirada de la realidad a la hora de interpretar los hechos, aunque a veces eso implique ir en contra de prejuicios propios y ajenos.