El contexto del centenario

Miércoles//Ese Luján mejor por el que ya se bregaba desde las primeras páginas de aquel 3 de febrero de 1916, sigue siendo un deseo.

* Por Horacio Papaleo, periodista de EL CIVISMO

La idea es dibujar sobre el papel que quedará como testigo mudo de 100 años de historia, con los trazos periodísticos que más puedan acercarse de la verdad, el contexto en el que se celebra el centenario de EL CIVISMO.
No son tiempos sencillos, lo dicen tanto en las redacciones como en las verdulerías; en las inmobiliarias y en las agencias de turismo; en las fábricas y en los despachos.
Contentos o no con los resultados de las últimas elecciones, celebramos 100 años con un ajuste sobre la cabeza que se nos viene para todos. En principio, en los salarios, talón de Aquiles de cualquier trabajador. Al calor del verano, las paritarias arrancan con timidez –las que tienen la suerte de arrancar- y con pronóstico reservado respecto de los resultados.
Y Luján, ese Luján mejor por el que ya se bregaba desde las primeras páginas de aquel 3 de febrero de 1916, sigue siendo un deseo.
Aquellas plumas fundadoras del bisemanario hubiesen considerado trasnochados a los periodistas que le adelantaran que, muy a pesar de su prosa comprometida, EL CIVISMO transitaría sus 100 años de vida en una ciudad carente de los servicios más esenciales. En una de las ciudades con mayor atraso en comparación con el resto de los municipios bonaerenses en materia de servicios de agua y cloaca; en una ciudad que no logra tener un plan para el tratamiento de sus residuos; en una ciudad con su zona turística casi con los mismos servicios que se brindaban hace 100 años, aunque tal vez un tanto más desmejorados. Una ciudad que alternó gobiernos con opuestas ideologías, pero que a la hora de ejecutar obras siempre se quedaron nadando en promesas. Una ciudad que perdió hasta la posibilidad de disfrutar de una lluvia; ahora se reza para que el agua no desborde un río abandonado a su suerte. 100 años con un reciente anuncio del gobierno municipal de "medidas de austeridad", razón por la cual pensar en mejoras para lo antes citado es utópico.  
Por caso, en los últimos años solo se pueden apuntar un puñado de avances que ni siquiera fueron producto de gestiones locales: mejoras en los accesos; puesta en valor de la Basílica y sus alrededores. Y corte de malezas en los márgenes del río: pan para hoy, hambre para mañana.
La idea primigenia fue escribir un texto que refleje los 100 años desde el prisma periodístico. ¿Qué es el periodismo sino contar lo que muchos –en especial quienes ostentan el poder- prefieren que no se sepa? El resto es propaganda.
Se podrían escribir varios párrafos sobre el marco de la profesión en el contexto actual; sobre las prácticas más recientes o sobre las que se empiezan a posar sobre las redacciones de la mano del nuevo gobierno nacional y sus satélites.
No sé si sería el documento más indicado para dejar como testimonio de tan significante aniversario.
Opto por ocupar el espacio en lo que este medio me permite –y me animo a levantar la vara por todos los que hacen EL CIVISMO- hace ya más de dos décadas: contar lo que consideramos la verdad, sin censuras previas, sin condicionantes. Contar los hechos, simpaticen o molesten a quienes simpaticen o molesten.
Son momentos complejos. Por lo pasado y por el presente. Vemos cómo quienes montaron medios en sintonía con el discurso oficial, apoyados pura y exclusivamente en esos recursos, cierran o se esconden y dejan el tendal de fuentes laborales. Vemos cómo se intenta dejar rápido en el olvido la arbitraria distribución de pauta estatal a cambio de difundir todo lo que el dirigente de la causa considerara necesario. Vemos, no como un dato más, que durante gran parte de los años de vigencia de la saludable Ley de Medios la responsable regional del ASFCA jamás respondiera a una consulta básica que este medio le realizó más de una vez: ¿cuántas radios funcionan en Luján? La funcionaria nunca dio una respuesta y sobre esa falta de cimientos parecía imposible desembarcar con aplicación de cada artículo de la nueva norma. Si a eso se le suman las maniobras de los grandes pulpos para trabar su implementación, debemos decir que cumplimos 100 años esperando un mejor contexto normativo para todos los medios, sin privilegios para los más poderosos. Sin Clarín y La Nación como dueños del papel con el que imprimimos todos.
El anterior proyecto de gobierno no llegó a ese objetivo. El nuevo directamente borró la posibilidad a fuerza de Decreto de Necesidad de Urgencia.
Porque también vemos –y este medio permite decirlo- con mayor preocupación porque es lo que se aproxima, que ahora no solo no se sabe qué pasará con las pautas oficiales -agua en el desierto para los medios más chicos- y menos aún con los contenidos, sino que le entregan las llaves del gallinero al grupo de zorros que tanto se molestó con el intento de puesta en marcha de la nueva Ley de Medios.
El Grupo Clarín y Telefónica se frotan las manos pensando en el futuro inmediato, en la posibilidad de seguir ampliando sus terrenos, en tener el campo despejado para sus negocios, mientras retoman las ganancias con el fútbol.
No celebramos el centenario en el mejor de los contextos. Ni local ni general. Decirlo es parte de lo que nos caracteriza. Decirlo es honrar, aunque sea mínimamente, nuestra larga y rica historia, con sus errores y aciertos.