Local y universal

Entre la fachada de distintos volúmenes y colores, y el contra frente monolítico blanco y vidriado, el arquitecto Rubén Mochi encuentra espacio para plasmar la identidad local logrando un diseño único.


"Pinta tu aldea y pintarás el mundo", también traducida como "Pinta tu aldea y serás universal" es una célebre frase del escritor ruso León Tolstoi (1828-1910) cuya sabiduría podría aplicarse en cualquier campo del arte.
Su sentido parece haber sido comprendido temprano por el arquitecto y diseñador Rubén Mochi, quien ya en 1981 ganaba en Italia el premio Young Design con la lámpara de mesa bautizada como Ñandú. Lo interesante es que lejos de abusar del color local o de un conjunto de estilemas fácilmente correlacionables con una argentinidad mítica, Mochi va al hueso de la cuestión: tanto la lámpara como la casa recrean ese origen mixto español e italiano, subyugado por lo francés y, en menor medida, por lo inglés que hacen a nuestro paisaje. Nuestra idiosincrasia versátil que se mezcla, se integra y toma prestado es lo que se refleja.
Así, la casa orada con desenfado el lenguaje global de la arquitectura moderna (unidad de estilo, acotados materiales, función sobre forma) que como el inglés, es hablado en casi todo occidente, con rasgos que le permiten mantener su memoria  e innovar definiendo una estética.
El predio en el que está emplazada la casa fue parte del que la fábrica Rodhia destinó desde 1933 a sus gerentes; la reja y la puerta incorporadas al muro perimetral pertenecieron a la vivienda destinada a esos funcionarios menores y fueron rescatadas en tanto objetos ornamentales y testigos de la historia de Quilmes. A pesar de que Rhodia era una empresa francesa, los ladrillos a la vista del muro recuerdan el estilo inglés de nuestras estaciones de trenes.
La libertad irreverente del creador se ve en la conjugación de esta iconografía pasada con el frente (que con sus diferentes volúmenes y colores genera una distendida terraza apta para disfrutar de los horizontes amplios y verdes) y el contra frente monolítico -al mejor estilo Le Corbusier- con planos vidriados que extienden las estancias de la planta baja hacia el jardín y la piscina.
Porque lo práctico también es un valor y no hay que demostrarle nada a nadie, la distribución de los ambientes fue pensada según una clásica división: en la planta baja se ubicaron las áreas sociales: estar y comedor integrados, cocina, despensa, baño más un dormitorio de servicio.
Una amplia galería semi cubierta conecta el comedor al jardín actuando como suave nexo transicional, a la vez que desempeña el rol de quincho con parrilla dotado de un cómodo amoblamiento que facilita en su elegancia el eclipse de la distinción entre exterior e interior. En el piso superior se aprecia la zona privada de los moradores con suite matrimonial, vestidor, baño y el estudio con espacio de lectura y acceso directo a la terraza.
El amoblamiento es coherente con el proyecto. Recuperando la más auténtica de las tradiciones argentinas pone en escena las últimas tendencias presentadas en Milán, cuna del diseño.
En los ambientes amplios y luminosos se impone una distinción honesta inseparable de su materialidad. Así, la planta baja es una caja con piso de porcelanato blanco, paredes y cielorrasos revestidos al tono, en la que muebles de líneas rectas, blancos, negros o de un persistente azul, se combinan con la carpintería de aluminio y el acero de los electrodomésticos generando un locuaz diálogo entre contrastes. En la planta alta el porcelanato cobra el tinte de la madera y el ratán de la que se nutren las mesas del estudio y los sillones. El color restringe su influjo al lomo de los libros apostados en la biblioteca y  a detalles como la mesa de noche de la suite o algún adorno. Los baños, al igual que la escalera, abundan en vidriadas transparencias y noble mármol. Una revalorización del outdoor furniture explica la igualación de los espacios que suelen sacrificarse en aras de una concepción que los relega a meros complementos. Lo mismo sucede en la terraza.
La casa diseñada por Rubén Mochi tiene una esencia argentina, una identidad propia constituida a través de una idiosincrasia versátil que va más allá de lo mítico. Es una construcción que se abre como un portal de identidad, hacia lo local y lo universal.

Fuente: http://www.espacioyconfort.com.ar/