10 años sin Pappo

Hace una década, la Ruta Nacional 5 se cobraba su víctima más célebre. Norberto Napolitano moría en el kilómetro 71 al ser arrollado por un auto tras caer de la moto. "Después de años, entendimos por qué se cruzó: enfrente estaba el cabaret y enfiló hacia allá", contó su hijo Luciano sobre el accidente fatal.

Entre las páginas 467 y 481, capítulo 7, del libro de Sergio Marchi, Pappo el hombre suburbano, se resume el vínculo de Norberto Napolitano (más conocido como El Carpo o simplemente Pappo) con Luján. El libro aborda la amistad que entabló el cantante y guitarrista con el vecino Pelo Cárdenas y cuenta con detalles las últimas horas que antecedieron al fatal siniestro vial que terminó por costarle la vida.
"Luján le gustaba por varias razones, más allá de la presencia de su amigo Pelo y de sus vinculaciones religiosas. Estaba cerca de la Capital, pero podía gozar de la tranquilidad del campo y, a la vez, le permitía libertad de movimientos para ir a tocar donde fuese. Podía salir de ahí mismo o bien dirigirse a Aeroparque sin entrar a la ciudad. Le agradaba lo que se llama el barrio La Hostería, cerca de la ruta 5 que va a Mercedes. Se alquiló una quinta allí en febrero, pero ya andaba por Luján desde fines de 2004. Pappo venía alquilando quintas en Luján desde 2002, cuando llegó para componer alguno de los temas de Buscando un amor. La gente del lugar se había acostumbrado a su presencia, y él ya sabía cuáles eran los números de "las masajistas".
"En el verano de 2005, Pappo y Luciano tuvieron una tremenda agarrada (…) Luciano quería una moto que había visto en "Raza Fuerte" de Luján: una Kawasaki de 500 centímetros cúbicos. "Una moto normal, pero tuneada para que parezca una Harley", explica Luciano. Había comenzado a juntar plata para comprarse una viola y una moto cuando su viejo le regaló la Les Paul. De acuerdo con Luciano, también le quiso regalar la moto cuando pasó por "Raza Fuerte" y se enteró que su hijo había estado averiguando el precio y los modos de pago. Otras personas aseguraron que Luciano le pidió insistentemente que se la compre, que Pappo tuvo dudas, y que el tiempo que pasó hasta que, finalmente, hizo la compra, profundizó mucho su pelea con el hijo. Luciano asegura que cuando su padre le ofreció comprar el vehículo, él le dijo: "No creas que por una moto vas a zafar de hablar conmigo". Finalmente, Pappo la compró pese a que le dijeron que era lo mismo que darle un arma, que se iba a matar con semejante rodado. Nadie lo veía como un chico prudente, pero Luciano ya no era un chico sino un hombre de treinta años".
"Cuando salía a hacer un show, Pappo lo dejaba a Pelo a cargo de la quinta. Le mostraba dónde estaba la plata y dónde había puesto la Magnum, que parecía más un trofeo que un arma: era igualita a la de Martillo Hammer (…)".
"Las últimas treinta y seis horas de la vida de Pappo pueden ser reconstruidas de muchas maneras, pero los acontecimientos fueron solamente de una. Esto no es producto de la mentira de alguien, sino fruto de las distintas percepciones de todos los que estuvieron cerca en sus minutos finales. Cada cual creyó ver algo distinto en gestos y palabras que reconstruyeron una y otra vez después de su partida, como buscándole una explicación lógica a una muerte absurda, como lo son todas las muertes repentinas y accidentales".
"Pappo llegó el miércoles 23 a Luján y Pelo recuerda que antes de viajar a San Luis, él le contó un sueño que había tenido. Pappo había soñado con su padre. Don Carlos no lo llamaba ni le hablaba, tan sólo lo saludaba. Habló de un mundo alado, de un mundo dorado. Pero Pappo, que había visto a su padre deteriorarse en vida a raíz del Alzheimer, ponía el énfasis en que lo veía bien. Estaban en la pileta, cuando le pidió a Pelo que, por su trabajo en la Basílica, le interpretara el sueño".
"-Es tu viejo que te dice que está bien –aventura Pelo-, que te está mirando y que te apoya en todos tus proyectos.
"Cuando Pappo vuelve a Luján, lo llama a Luciano para que vaya a la quinta, cosa que hace al día siguiente, justo para almorzar unos ravioles. Según él, sólo estaba su novia, él y el fiolo de la "masajista" que atendía a Pappo en su habitación de la quinta. A la tarde, Pappo le dice que vayan a dar una vuelta; él en su Harley, Luciano en su Renault 9. Llegan al taller y encuentran, lista para llevar, la Kawasaki que Luciano tanto ansiaba.
-¡Qué guacho! –exclama Luciano-. ¿Me compraste la moto?
-Sí, ¡ya está! –contesta Pappo.
-Gracias, viejo –le dice al tiempo que lo abraza. Nunca le decía "viejo". Boludo siempre, loco muchas veces, Carpo muy pocas. Viejo nunca.
-Dale, andá a probarla –lo anima Pappo.
Luciano sale y lo primero que hace es cargarle nafta, ya que en el taller se la dan con un poco como para que pueda ir hasta una estación de servicio. Después pasea un largo rato con su moto. La prueba de todas las maneras que se le ocurre. La moto era espectacular. Vuelve al taller a buscar a Pappo y se van juntos hasta cerca de Jáuregui, a unos veinte kilómetros aproximadamente. "Paramos, nos tomamos un aperitivo Cinzano con soda, pero corto, y salimos. Había anochecido un poquito, entonces andábamos más tranquilos. Paramos en un lugar donde se hacían peñas y ahí los pibes vinieron a ver la moto. Y después, me dice que fuéramos a comer, fuimos a lo de un amigo a picar algo. Yo iba adelante y el loco me pasa, entonces lo vuelvo a pasar, él me vuelve a pasar, y cuando yo lo vuelvo a pasar, se abre así de la nada y yo casi me caigo en la banquina de enfrente. Tiro un rebaje, acelero y salgo.
Cuando llegan, Luciano lo reta.
-¡La concha de tu hermana! ¿Por qué te abrís? –le recrimina.
-No –le dice Pappo-, vos me pasaste.
-¡Si vos también me habías pasado!
Estábamos haciendo ese jueguito de "yo te paso, vos me pasas", una boludez.
Nunca un juego estuvo mejor definido. Después, Luciano, su novia y Pappo se fueron a comer a una parrilla".
"Pelo se enteró que Pappo había regresado a Luján por la chica de la farmacia de enfrente. Ese jueves había pasado por su casa y no lo había encontrado. Según la farmacéutica, se había quedado un rato largo esperando en el umbral, pero no lo llamó a Pelo al celular, lo que era extraño. Pappo fue a la farmacia a preguntar si lo habían visto a Pelo, pero por alguna razón que nadie alcanza a discernir no llamó por teléfono. Cuando Pelo regresa a su hogar, era casi de noche y lo llama a Pappo al celular. "Lo noté en otra sintonía –recuerda-; no se escuchaba bien. Entonces lo vuelvo a llamar y tiene el celular apagado. Las chicas de la farmacia me dicen que salió muy rápido, como enojado, y que dejó las gomas marcadas en el pavimento. Nos fuimos entonces a comer un asado a la casa de otro amigo.
"En la parrilla comemos bien –cuenta Luciano recordando, no sin dolor, aquel momento-. Tomamos un vaso de vino con soda de una jarra chiquita. Era una jarra chica porque íbamos a tomar sólo él y yo, pero mi novia también quiso. Entonces, tiré el vaso que tenía cargado en la jarra chica, la devolvimos y nos trajeron una grande. Nos servimos un poco cada uno y sobró vino. En pedo no podés manejar: yo, moto, en pedo, ni en pedo.
"Durante la cena conversaron largo, y cuando salieron, Pappo propone ir para Jáuregui. Antes, Luciano lo abraza y le agradece nuevamente la moto y la charla. Según él, la moto la había comprado para que se fueran juntos a Chile. Pappo se sube a su Harley y pronuncia sus últimas y enigmáticas palabras.
"-Bienvenido a mi lado oscuro –le dice a Luciano y arranca. Era la cita de una canción de Riff.
"Luciano y Gabriela salen detrás de Pappo en su flamante Kawasaki. Era cerca de la medianoche del jueves, y se estaba por iniciar el viernes 25 de febrero de 2005. "Lo paso, él me pasa y, cuando lo voy a pasar como habíamos hecho la otra vez, cruza abruptamente para el otro lado". Luciano hace un croquis y la reconstrucción pormenorizada de aquella noche terrible. Pappo venía por el carril derecho, cuando Luciano lo va a pasar, Pappo se cruza hacía el otro carril justo cuando Luciano está haciendo la maniobra y las motos chocan, saliendo despedidos Pappo hacia la derecha y Luciano hacia la izquierda y adelante. "Después de años –cuenta Luciano-, entendimos por qué se cruzó: enfrente estaba el cabaret y enfiló hacia allá (conocido como La Blanqueada, hoy transformado en una parrilla).
"Las dos motos caen, la de Luciano en la banquina del lado izquierdo, y la de Pappo en la del lado derecho, pero él queda en el medio de la ruta. Vienen autos de los dos lados y no hay luz. El del lado derecho lo ve y alcanza a esquivarlo; el otro casi lo pisa a Luciano. Gabriela es la primera que sale corriendo hacia donde está Pappo, pero no alcanza a llegar: un Renault Clío no puede esquivarlo, porque la moto de Pappo quedó iluminando el camino y lo encandiló. Se escucha un ruido como una explosión seca. Pappo da con su cuerpo sobre el asfalto del kilómetro 71 de la ruta 5. Luciano se desespera y quiere sacarlo de la ruta, pero no es tarea fácil de mover el cuerpo de Pappo, que murió al instante, antes que Luciano lo toque. Del cabaret sale un muchacho con una linterna, alertado por los gritos, el choque y la posterior frenada. El flaco hace frenar un camión que viene en dirección a ellos.
"-No, pibe, no lo toqués, déjalo ahí que es peor si lo movés –le dice a Luciano el de la linterna.
"Alguien llama a una ambulancia que se toma un tiempito en llegar al lugar que comienza a poblarse de curiosos. El médico le dice a Luciano las palabras que jamás hubiera querido escuchar: "La persona está fallecida". Luciano y Gabriela se abrazan y lloran. Eran los primeros minutos del viernes. De acuerdo con Luciano, que llamó a su mamá para avisarle, todavía faltaban tres minutos para la medianoche, y el deceso se oficializó el 25 de febrero porque la ambulancia llegó después de las doce. A esta altura, la hora es casi anecdótica. La Harley seguía iluminando el asfalto poblado de manchas y curiosos".