Un freno desde el Estado

Si con solo repasar las noticias o los registros de la Policía o de los Bomberos notamos que a diario se pierden vidas por causas previsibles, cómo no subrayar si el Estado se mantiene ausente o solo realiza acciones esporádicas en esos temas.

A nadie se le ocurriría poner en debate que desde el Estado, en cualquiera de sus estratos, la prioridad fue, es y debe ser la custodia de los ciudadanos, para intentar por todos los medios mejorar su calidad de vida. En ese contexto, bregar por su seguridad es sin duda uno de los aspectos imposibles de soslayar.
Ahora bien, si con solo repasar las noticias o los registros de la Policía o de los Bomberos notamos que a diario se pierden vidas por causas previsibles, cómo no subrayar si el Estado se mantiene ausente o sólo realiza acciones esporádicas en esos temas. Porque demás está decir que la seguridad no sólo atañe a los uniformados y los hechos delictivos.
Tanto desde este como desde otros espacios de este medio hemos indicado una y mil veces que la inseguridad en el tránsito es una constante. En ocasiones, por carencias grotescas en obras públicas, como puede ser el pésimo estado de algunas rutas o la falta de oportunos reductores de velocidad; la ausencia de señalización en sectores peligrosos o directamente el pésimo estado de la cinta asfálticas en rutas o caminos muy transitados.  
Pero también está latente, en demasía, la imprudencia de los conductores que, lamentablemente, solo es hija del rigor. Hemos destacado hace tiempo la forma en que la inmensa mayoría de los conductores de motos circulan por la ciudad de Luján.
La salida de cualquier establecimiento escolar es la muestra cabal de esta afirmación. Casi la totalidad de los padres que se acercan en ciclomotores a retirar a sus chicos lo hacen sin casco. Y sólo algunos reparan en llevar esa protección para el menor. Pero no sólo eso: también las motos como medio de transporte de dos o tres criaturas, que viajan agarradas como monos sin mayor seguridad que los brazos de un mayor.
Así como lo vemos quienes redactamos estas líneas, sin duda que es algo que no pasa desapercibido para las autoridades municipales. Y menos aún debería ser ignorado por los encargados del área de Transporte y Tránsito o de Control Urbano.
Hace años que las acciones para evitar que el tránsito, particularmente en motos, sea un caos y una irresponsabilidad total, son muy espaciadas. Aunque ningún funcionario lo admita, siempre quedó flotando la sensación de que esos operativos aparecen ante dos necesidades: después de un accidente grave, para intentar demostrarle a la sociedad que se están ocupando de la cuestión; o ante la urgencia de recaudación. Son tantas las infracciones a registrar que con sólo apostarse en una esquina, los inspectores rápidamente gastan un talonario de multas.
Pero sigue faltando una política constante, perdurable en el tiempo, que logre cambios de fondo. La educación vial, por ejemplo, sigue estando ausente en la Comuna. Y tampoco se trabaja en una presencia diaria de los inspectores para convencer a los ciudadanos de los inconvenientes que genera circular como se les antoja. Está claro que la sola lógica de peligro de rodar en moto sin casco no basta.
Este fin de semana, por algunas de las razones que se mencionaron en este texto, Luján volvió a lamentar la pérdida de vidas. Habrá que seguir machacando con la temática hasta que se consigan acciones, resultados. Hasta que todos; los que deben controlar y quienes deben circular, tomen conciencia.