Bullying: La violencia cotidiana

De un tiempo a esta parte, la palabra bullying se incorporó a nuestro vocabulario cotidiano: la leemos en el diario, la escuchamos en la radio y la televisión. Pero, ¿sabemos a ciencia cierta a qué se aplica este concepto que hoy por hoy está en boca de todos?

Contrariamente a lo que pensamos, la palabra no es nueva: apareció por primera vez en 1973, en una investigación realizada por Dan Olweus en Bélgica sobre la problemática de los agresores y sus víctimas en las escuelas. Dichos estudios serían fundamentales para el origen de la Campaña Nacional anti-Bullying realizada en Noruega a raíz de la creciente oleada de violencia escolar. En ese marco el concepto bullying fue utilizado como sinónimo de maltrato por abuso entre iguales.
Para definir el bullying de una manera más completa se puede decir que es una forma de violencia que se ejerce sobre un par. Esa violencia no es solamente física, sino que todo maltrato sistemático por parte de un par, incluyendo la burla, el insulto, la amenaza y la segregación social que se desarrollan dentro del ámbito escolar, son considerados bullying.
Sabemos bien la importancia que tiene para el niño y adolescente su grupo de pares, su grupo de pertenencia para la constitución de la identidad, y autoestima, de modo que el acoso escolar tiene un impacto directo sobre ellos.
¿Cómo darse cuenta si nuestros hijos están siendo sometidos a esta forma de violencia tan frecuente en la escuela?
Estar atentos a ciertas señales como:
-Presenta golpes o moretones al volver de la escuela.
-Pierde objetos personales y/o escolares con frecuencia.
-Inventa excusas de cualquier clase para no ir a la escuela.
-Amanece con todo tipo de dolencias antes de ir a la escuela.
-Disminuye su rendimiento académico.
-Se aísla de su grupo de pares.
-Cambia súbitamente su comportamiento.
-Expresa que quiere abandonar la escuela.
¿Qué hacer si sospechamos que nuestro hijo está sufriendo bullying?
Antes que nada, se debe preguntar al niño o adolescente si algo le está ocurriendo en la escuela con sus compañeros o con sus amigos. Es habitual que, en una primera instancia, la víctima no dé una respuesta concreta ni directa. Por esto es fundamental dejarle en claro, con palabras y gestos, que estamos para escucharlo y asistirlo en todo momento.
Una vez que la sospecha es confirmada, los padres debemos concurrir a la escuela y hablar con los maestros, profesores y directivos. Debemos abrirle a la escuela la posibilidad de intervenir, ya que existen dispositivos institucionales diseñados para abordar estos problemas. Si el niño o adolescente necesitara más contención, es aconsejable buscar la ayuda de profesionales. Estos, además de trabajar con los más jóvenes para disminuir el impacto que ese tipo de violencia tiene sobre ellos, pueden orientar a los padres sobre cómo contenerlos, brindarles apoyo y herramientas para sobrellevar la situación.
Vivimos en una sociedad donde la violencia y la intolerancia ganan terreno a la paciencia y a la aceptación del otro, con sus semejanzas y diferencias, en la que los valores y normas parecen más endebles cada día, generando sujetos propensos a la agresividad y resistentes a lo diferente. A raíz de ello conductas como la del bullying se automatizan y se hacen tan generalizadas que a menudo los niños y adolescentes las ven como comunes. Es preciso, por ello, que intervengamos los adultos para darle la dimensión que realmente tiene y buscarle una solución. No hay que perder de vista que, por más cotidiana y usual que resulte esta conducta, no deja de ser una forma más de violencia, que impacta sobre la integridad física y moral y repercute fuertemente en la autoestima de nuestros niños, provocando, en muchos casos, ansiedad, depresión, retraimiento social, trastornos emocionales o fracaso escolar.

Fuente: Lic. Pablo Barraza-Hémera, Centro de estudios del estrés y la ansiedad