Sobran los motivos para hablar de Julio Cortázar

Un grupo de lectores se reunió con el pretexto de hablar sobre Julio Cortázar. Este año se celebran los cien años del nacimiento de la persona que transformó el modo de escribir en español. Pero si existió tal cambio, es porque hubo uno todavía más radical: Cortázar transformó el modo de ver las cosas.

Como todos los segundos sábados de cada mes, el 12 de julio pasado se concretó un encuentro literario en la Biblioteca Jean Jaurés. En esta ocasión, los coordinadores, Cristina de la Plaza y Antonino Martínez, propusieron pensar en la figura de Julio Cortázar.
Este año se celebra el centésimo aniversario del nacimiento del escritor, además del vigésimo de su muerte y el cuadragésimo primero de la publicación de Rayuela. Motivos para hablar de Cortázar, en realidad, sobran.
La tarde se fue entre reflexiones y anécdotas originadas por el cuento Las babas del diablo (Las armas secretas, 1954). Y es que, precisamente, Cortázar tiene la virtud de los mejores escritores: movilizar al lector. Se puede sacar un guante, revolver el arroz con leche o apretar el dentífrico por abajo y permanecer inmutable; pero eso mismo no sucede tras la lectura de una hoja de Cortázar.
El próximo encuentro, en agosto, se abordará al mismo autor. En septiembre, se hablará sobre Galeano y en octubre, del lujanense Scarnatto.

DEL LADO DE ALLÁ
En el encuentro del sábado, los presentes comentaron varios fragmentos de Las babas del diablo. Vaya este, como ejemplo: "Entre las muchas maneras de combatir la nada, una de las mejores es sacar fotografías, actividad que debería enseñarse tempranamente a los niños pues exige disciplina, educación estética, buen ojo y dedos seguros. No se trata de estar acechando la mentira como cualquier repórter, y atrapar la estúpida silueta del personajón que sale del número 10 de Downing Street, pero de todas maneras cuando se anda con la cámara hay como el deber de estar atento, de no perder ese brusco y delicioso rebote de un rayo de sol en una vieja piedra, o la carrera trenzas al aire de una chiquilla que vuelve con un pan o una botella de leche".
Entonces uno de los temas que surgieron del debate fue la distinción entre la literatura y la fotografía. Hubo quienes opinaron que se pueden reconocer diferencias (una presunta meditación en la literatura, una actitud reflexiva que demanda un tiempo lento, que en la fotografía se vuelve gesto automático) y hubo quienes opinaron que no hay diferencias (ambas son disciplinas artísticas, con más puntos de unión que de separación). Sea como fuera, ambas buscan rasgar la veladura de la realidad. O, como dijo Cortázar, buscan "el paso de lo cotidiano a un plano que a falta de nombres seguiremos llamando realidad pero sin que sea ya un flatus vocis o un peor es nada". La abertura, en síntesis, que permita entrar en el verdadero mundo de acá, el intersticio hacia un espacio paralelo acaso más real.

DEL LADO DE ACÁ
¿Pero cómo? De una parte, no cualquiera es un Julio o un Cortázar. Y de otra, él tampoco pretendía enseñar, puesto que era una actividad demasiado seria.
Sin embargo, como uno de los juegos desconcertantes del azar, él terminó siendo, lo quisiera o no, profesor, aunque sin la seriedad de los profesores. En todo caso, fue como el maestro zen, que cuando el alumno le pregunta por la dureza de la madera, le responde partiéndole una silla en la cabeza. Con mayor discreción, claro.
Hay durezas y precisamente por esa rigidez acontecen las rupturas. La idea es permitir la fluctuación, la variación, la contaminación, los desequilibrios, la catástrofe de living room. Y ablandarse, como los cronopios o las gotas de lluvia agolpadas contra la ventana, como el pan que está ahí precisamente para recibir el cuchillo en el centro de la miga tierna.

DE OTROS LADOS
"Creo que sé mirar, si es que algo sé, y que todo mirar rezuma falsedad, porque es lo que nos arroja más afuera de nosotros mismos, sin la menor garantía, en tanto que oler, o… De todas maneras, si de antemano se prevé la probable falsedad, mirar se vuelve posible; basta quizá elegir bien entre el mirar y lo mirado, desnudar a las cosas de tanta ropa ajena. Y claro, todo esto es más bien difícil". Este es otro de los fragmentos de Las babas del diablo" que se leyeron en la Biblioteca.